Cuando me siento a escribir esto no dejan de retumbar en mi cabeza las inmortales palabras de la Señorita Estudillo, mujer de pómulos prominentes, mirada glacial, pelo blanco atrapado en un estricto chongo y voz tan ronca como la de una foca con catarro. Esa mujer era el terror de la secundaria, apenas se escuchaban sus tacones por el pasillo hasta el más rebelde entraba en el salón. Sus regaños se inauguraban siempre con la misma pregunta: “¿A qué viene usted a la escuela, joven?”... “A estudiar”... Esa era la respuesta que siempre exigía antes de recetar una dosis de ecuaciones de segundo grado, o la lectura de algún aburrido, gigantesco y empolvado tratado sobre las algas verdiazules que debía resumirse en doscientas cuartillas...
Ha pasado mucho tiempo desde que deje de ver a la temible Señorita Estudillo, sin embargo por mucho tiempo su pesada letanía me acompañó como un fantasma: “A la escuela se va a estudiar”. Y continúe creyendo en eso hasta que llegué a Iztacala, porque desde el primer día sentí que este era mi espacio. No sólo para convertirme en psicólogo, sino también para ser yo mismo en toda la extensión de la palabra.
Y es que cual pollo enclenque y ciego que sale del cascarón yo llegué a la Universidad, llenó de miedos inseguridades, en una palabra, desplumado. Hoy puedo volar libremente, porque descubrí que a la escuela se va a algo más que a estudiar, descubrí que además de aprender a condicionar pichones, a recodificar variables en el SPSS, o a hacer notas de campo he aprendido muchas cosas más. Cuántos de nosotros no hemos conocido en las jardineras a los mejores amigos de nuestras vidas, cuantos no hemos comido en sus alrededores las quesadillas más grasosas, taparterias y deliciosas del mundo, cuántos no hemos conocido a la que será la madre de nuestros hijos en los pasillos y cuántos niños no habrán sido engendrados también en sus salones vacios. A Iztacala vamos a algo más que a estudiar, vamos a desarrollarnos en muchos ámbitos más...
Si me encontrará hoy de nuevo a la Señorita Estudillo le diría eso, a la escuela se va algo más que simplemente a estudiar. Es cierto no debemos perder de vista la formación académica como una pequeña parte de una formación total no sólo profesionista sino también como ser humano. En la escuela puedes encontrar el amor de tu vida, puedes convertirte en el protagonista de una obra teatral, puedes anotar el gol que haga la diferencia entre la victoria y la derrota, puedes dirigir un cine debate. En fin las paredes de Iztacala las ponemos nosotros porque que sería de ella sin nosotros, sin sus estudiantes riendo, estudiando, amando, corriendo, en una palabra viviendo… A la Universidad le das vida tú… Por eso exorciza de una vez por todas al fantasma de la Señorita Estudillo, permitas que vuelva a rondar por los rincones de la FES con sus gritos de foca catarrienta. Ojala y algún día todos los que la escuchaban como yo dejen de oírla gritar para siempre su malvada mentira: “A la escuela sólo se va a estudiar”
Atentamente
Embajador de Feradocia

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